Piensa en un final de jornada laboral típico para ti. Vuelve a ese momento en el que sales de tu oficina (¡o de tu oficina en casa!), de tu planta industrial, de tu tienda, de tu hospital, y empiezas a dirigirte a casa. Probablemente has hecho una lista mental de lo que has conseguido ese día y de los asuntos que tienes que abordar al día siguiente y has empezado a pensar en cómo vas a pasar el resto del día.
Para algunas personas, este es un buen y gratificante momento: nos sentimos entusiasmados por tener algo de tiempo libre para dedicarnos a nuestras actividades favoritas -ya sea el yoga aéreo, el ganchillo o el entrenamiento de fútbol-, estamos deseando ver a nuestras parejas, recoger a los niños del colegio o tomar una merecida cerveza con los amigos.
Sin embargo, para otros, esta es una hora espantosa. Mientras arrastramos los pies hasta el coche o la parada del autobús, nos sentimos agotados de toda nuestra energía. Sólo podemos pensar en desplomarnos en nuestros sofás; la idea de ir al gimnasio o al taller de jardinería al que decidimos apuntarnos es dolorosa, e incluso si vamos a esas actividades, parecemos incapaces de concentrarnos en lo que estamos haciendo. La voz de nuestro cónyuge y la alegre charla de nuestros hijos sobre su jornada escolar hacen que queramos escondernos en el baño, solos y en paz.
Si te sientes identificado con la segunda descripción, tu necesidad de recuperación es muy alta en este momento. Esta «irritabilidad post-trabajo», como se ha denominado, se caracteriza por sentimientos de sobrecarga, irritabilidad y aislamiento social. Independientemente del tipo de trabajo que desempeñes, del país en el que trabajes y de los años de experiencia que tengas, es probable que ya la hayas sentido en algún momento de tu carrera. En sí mismo, experimentar una alta necesidad de recuperación ocasionalmente no es motivo de preocupación. Sin embargo, cuando el esfuerzo que exige el trabajo excede en gran medida el tiempo y las posibilidades de recuperarse, es decir, de volver a sus niveles básicos de esfuerzo y energía, el proceso acumulativo puede tener resultados negativos para la salud a largo plazo.
Entonces, ¿qué deberías hacer para reducir tu necesidad de recuperación? Según diversos estudios, hay cuatro experiencias principales de recuperación que fomentan la relajación y la reducción del estrés, y no, no se trata necesariamente de un atracón de Netflix o de un té de menta. Estas cuatro experiencias de recuperación pueden manifestarse de forma diferente en cada individuo, ya que cada uno de nosotros puede tener una o dos «buenas estrategias». Lo que importa es la experiencia, no la actividad: por ejemplo, yo puedo encontrar la meditación extremadamente relajante, mientras que otra persona puede experimentarla como muy exigente o aburrida.
Vamos a describir cada una de ellas
Desapego psicológico: significa precisamente estar alejado de la situación laboral. Sí, salir de la oficina ayuda, pero es irrelevante cuántos kilómetros te separan del trabajo si tu mente se queda allí. El desapego significa no recibir llamadas o correos electrónicos relacionados con el trabajo, no pensar en los problemas del trabajo y ser capaz de «desconectar» de los pensamientos relacionados con el trabajo.
Relajación: este es un clásico, ¿verdad? Significa realizar actividades de ocio y/o actividades que supongan pocas exigencias sociales, físicas o intelectuales: un paseo por la naturaleza, respirar tranquilamente, leer un libro… Cualquier cosa que te ponga en un estado de baja activación y alto afecto positivo puede considerarse una experiencia de relajación, aunque no sea lo mismo para los demás.
Aprendizaje: son aquellas actividades fuera del trabajo que nos distraen de él porque nos ofrecen otras oportunidades de aprendizaje o desafíos. Tomar una clase de pintura, aprender a dar vueltas con el hula-hup, tejer una manta con un patrón difícil o escalar una montaña pueden ser experiencias de aprendizaje, siempre y cuando te permitan experimentar la competencia y el dominio. Es posible que quieras evitar las actividades extra duras, que sólo sobrecargarán tus capacidades y tendrán el efecto contrario.
Control: Sí, esto significa poder decidir qué hacer con tu tiempo. No es muy útil tener tiempo libre sólo para las tareas «obligatorias» como sacar la basura o atender a tus hermanos pequeños. Sentir que tienes el control de tu tiempo ha demostrado ser un buen predictor de la recuperación y un factor de protección contra la depresión y la ansiedad.
Y a ti, ¿qué te funciona mejor?
Para más información:
Sonnentag, S., & Fritz, C. (2007). The Recovery Experience Questionnaire: development and validation of a measure for assessing recuperation and unwinding from work. Journal of occupational health psychology, 12(3), 204-221.